Hola, soy yo.



Hola, soy yo.
Dos letras, una "y" y una "o".
Si las lees juntas soy yo en italiano, "io", un palito y una ruedita; los niños de hace tan solo unas décadas no necesitaban nada más para tener diversión toda la tarde: cogían un "io", un yo, y ale, a correr por las calles.
Los ingleses en cambio, siempre tan pragmáticos y tan económicos, decidieron que la redonda rueda era redundante, un estorbo —total ¿para qué sirve divertirse?— y me dejaron en "I" pelada. Una I, eso sí, mayúscula e hiperbólica, un palo recto, grandote, vertical, bien derechito; en algunas tipografías no se me concede siquiera el privilegio de tener ese pequeño posavasos ni esa diminuta chapela: "I", la máxima reducción gráfica posible de mí mismo, la esencia absoluta. Menos que esto y me borro. Si a cualquiera de nosotros nos retaran a dibujarnos, a representarnos mediante un trazo lo más simple posible, seguramente dibujaríamos eso, un palo. Los niños lo hacen de continuo —y sin darse importancia—; al comenzar el dibujo de una persona siempre surge un palote (después se adorna con otros palotes-extremidades y con un sustancial redondel encima de todo, posiblemente para contrarrestrar el expolio británico).
Yo, una raya, monolítica, tiesa y mínima expresión de la bidimensionalidad...

Pero... empecemos de nuevo, porque hay más, mucho más:

Hola, soy yo.
Y tanto que soy, por todas partes.
Voy al mercado a comprar y ¡surge un mercado! Luego vuelvo a casa y ¡surge mi casa! (que se come todo lo del mercado, mercado incluido; no queda ni rastro del mercado). Más tarde voy al campo a dar un paseo en bici y ¡surge una bici yendo por el campo! (queda el mismo rastro de mi casa que del mercado; ninguno). Voy llevando el soy a todas partes, prestándolo sin preguntar a todo lo que se pone enfrente, como un sol iluminando a los cardos y las rosas sin pararse a medir —del soy al sol que soy hay tan solo una letra de diferencia—. Soy es como una linterna que sale del corazón y no se puede apagar.
Es un verbo muy curioso, ser, el más mágico y el más hermoso, el más evidente y el más esquivo de todos los que hay, de todos los que son. Es un verbo inescapable. Sin él todo esto sería como ver una película con los ojos cerrados. Fíjate, ¡sin ser nada sería! Es como un colchón en el que todo está apoyado, como un bajo continuo, como el roncón de la gaita —fffffffffffffffffffffffffffffffffff—, como el lienzo para el pintor o el barro para el escultor.
Y, bueno, podría fácilmente decir que todo es, pero no sería cierto; acuérdate de cómo hemos empezado: "Hola, soy yo". Para no mentir, hay que decir que todo soy, no que todo es. Soy es verdad, pero "es" es mentira (al igual que "eres, somos, sois, son"; palabros para andar por casa, para entendernos y organizarnos, pero sin chicha). Cuando digo yo soy lo siento y lo sé, es fácil ver que soy; cuando digo tú eres, él es, ella es... tan solo lo imagino. Pero todos esos "otros" son aquí; tú eres (soy) aquí, él es (soy) aquí, ella es (soy) aquí. ¿Dónde si no? ¿En el mismo lugar en el que quedaron el mercado, mi casa, la bici o el campo? No, no puede ser. Si estás aquí delante, soy tú.
El soy no se gasta nunca (recuerda que es mágico), cabes bien tú, él, ella, todos, todo. Es una linterna; solo hay que apuntarla hacia lo que se quiera iluminar. ¿Quieres ser un pájaro? Míralo, ya está. ¿Quieres ser una montaña? Mírala, ya está. ¿Quieres ser el Universo? Míralo, ya está. ¿Quieres ser yo? Bueno, ya eres yo, ¿qué otra cosa podrías ser?
De nuevo los niños son expertos en esto, tanto que no necesitan ni siquiera ver las cosas; con imaginarlas ya se convierten en ellas. Son sinceros, nada más. Ya ves, cabe todo, nunca falta sitio. Y además soy nunca se apaga; ¿recuerdas algún momento en el que no fueras? Siempre soy. El mercado, mi casa, la bici, el campo, el pájaro, la montaña y el Universo a veces están y a veces no están, pero soy siempre está, siempre estoy. Cuando me voy a la cama soy, cuando me estoy quedando dormido soy, y lo siguiente que sé es que me despierto y soy. Nunca no soy. ¡Qué chollo! ¡Esto es (soy) mejor que las pilas alcalinas!¡No me acabo nunca!
Y hablando de dormir...
Ya soy tarde. Acabo de salir la luna, he anochecido.
Enciendo la estufa porque hago un poco de frío, me adormezco.
Es hora de acostarme.
Mañana soy otro día.
Buenas noches.
Duermo.
Soy.